El vacío de un adiós
Es tan extraño cuando sientes el vacío de personas que jurarías estarían siempre para ti.
Su ausencia fue una de las más dolorosas, no se compara con aquélla pérdida que dejo un enorme hueco en mi corazón, pero llegó ah afectar en gran parte.
El momento fue indeterminado e impreciso, simplemente sucedió. No estaba en nuestros planes alejarnos, pero tal vez él tenía claro que lo haría silenciosamente.
Detesto la idea de no haberlo deducido, de no haber detenido aquello en ese instante, de no estar presente en su últimas palabras y de confiar que pronto llegaría nuevamente.
Nunca habría imaginado que un día se marchara para no regresar. Dicen que las personas se alejan de quienes les hacen daño, lo que causo que por un largo tiempo me sienta culpable de su repentina huida.
Las notas, los mensajes, las palabras fueron quedando como recuerdos que guardo en una parte de mi memoria, que despierta sin permiso en los días más grises.
Siempre pensé que no era justo marcharse de la vida de alguien sin justificación, siempre temí a su ausencia, llegando a pensar que no podría sobrevivir sin ella. El tiempo fue cambiándome.... Y allí aprendí a la larga y con sus consejos a ser fuerte.
Siempre me resultó difícil seguir consejos por mucho que lo intentaba, al parecer no podía corregir mis defectos, pero su ayuda me abrió un camino distinto.
Los días siguen transcurriendo y con ellos el vacío de no recibir noticias. Aún recuerdo sus últimas palabras, tan sencillas, diciendo mucho pero a la vez diciendo nada. Él nunca había sido un hombre de muchas palabras, pero cuando escribía, sus textos pasaban a ser la envidia de todos los poetas.
Quizás cuestiono mucho sobre su partida, considerando que aún no caigo y no quiero reconocer que ya no volverá.
Le he hecho poesía muchas veces a través de textos que redacté exclusivamente para él, que en esta ocasión me resultó indispensable no escribirle aunque sea para felicitarlo.
Llené sus redes de textos por días, lloré en silencio el vacío que ocasionó descaradamente su partida. Se que el fin definitivo no existe porque dentro de mi existirá aquella pizca de esperanza que no espera más que su regreso. En silencio y sin comentarlo.
Habría pensado mucho acerca de lo que pudo ser cierto en su relato y de los inventos que pudieron producirse, pero me digne a pensar que la fecha es correcta y no ha mentido, más bien disfruta mucho estar cumpliendo ahora sus 22 años.
Su ausencia fue una de las más dolorosas, no se compara con aquélla pérdida que dejo un enorme hueco en mi corazón, pero llegó ah afectar en gran parte.
El momento fue indeterminado e impreciso, simplemente sucedió. No estaba en nuestros planes alejarnos, pero tal vez él tenía claro que lo haría silenciosamente.
Detesto la idea de no haberlo deducido, de no haber detenido aquello en ese instante, de no estar presente en su últimas palabras y de confiar que pronto llegaría nuevamente.
Nunca habría imaginado que un día se marchara para no regresar. Dicen que las personas se alejan de quienes les hacen daño, lo que causo que por un largo tiempo me sienta culpable de su repentina huida.
Las notas, los mensajes, las palabras fueron quedando como recuerdos que guardo en una parte de mi memoria, que despierta sin permiso en los días más grises.
Siempre pensé que no era justo marcharse de la vida de alguien sin justificación, siempre temí a su ausencia, llegando a pensar que no podría sobrevivir sin ella. El tiempo fue cambiándome.... Y allí aprendí a la larga y con sus consejos a ser fuerte.
Siempre me resultó difícil seguir consejos por mucho que lo intentaba, al parecer no podía corregir mis defectos, pero su ayuda me abrió un camino distinto.
Los días siguen transcurriendo y con ellos el vacío de no recibir noticias. Aún recuerdo sus últimas palabras, tan sencillas, diciendo mucho pero a la vez diciendo nada. Él nunca había sido un hombre de muchas palabras, pero cuando escribía, sus textos pasaban a ser la envidia de todos los poetas.
Quizás cuestiono mucho sobre su partida, considerando que aún no caigo y no quiero reconocer que ya no volverá.
Le he hecho poesía muchas veces a través de textos que redacté exclusivamente para él, que en esta ocasión me resultó indispensable no escribirle aunque sea para felicitarlo.
Llené sus redes de textos por días, lloré en silencio el vacío que ocasionó descaradamente su partida. Se que el fin definitivo no existe porque dentro de mi existirá aquella pizca de esperanza que no espera más que su regreso. En silencio y sin comentarlo.
Habría pensado mucho acerca de lo que pudo ser cierto en su relato y de los inventos que pudieron producirse, pero me digne a pensar que la fecha es correcta y no ha mentido, más bien disfruta mucho estar cumpliendo ahora sus 22 años.
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